Hay besos que se
dan con la memoria
Gabriela Mistral
La playa desierta se extiende hasta donde
alcanza mi vista. El sol calienta poco en este mediodía invernal. El viento del
norte, que en temporada es cálido, hoy corta como una navaja. Camino por los
bordes del agua y, por momentos, las olas que se extienden sobre la arena mojan
mis pies descalzos. El agua es cálida. ¿Cuántas
veces caminamos juntos por aquí? Yo insinuaba que lo hacía por mí. Él,
sonriendo, insistía que no, que le gustaban mucho estos paseos por la playa.
Nunca terminó de convencerme. Creo que prefería mirar una película de tiros y
patadas en el sillón del living o sentarse a escribir en la notebook. De
cualquier manera yo disfrutaba las caminatas. La inmensidad del mar me daba mucha
paz. Aunque hoy, sola, me cueste mucho encontrarla. No es lo mismo.
No
quería venir pero mi familia insistió. Dijeron que me haría bien salir de casa
y despejarme. Tal vez debería haber elegido un lugar en el que nunca estuvimos.
Así todo lo que viera sería experiencia nueva y no recuerdos compartidos. No es
cierto. Un lugar nuevo me llevaría a pensar qué
lindo sería si estuvieras conmigo o esto sí te hubiera gustado. Nada ya
puede sacarte de mis pensamientos. Prefiero sentir que estás conmigo, ya no a
mi lado, sino dentro de mí. Tu voz, tus besos, tus abrazos, tus silencios, tus
cuentos. Así será hasta que me toque partir.
Osvaldo
Villalba
21/06/2019
Nada ya puede sacarte de mis pensamientos. Prefiero sentir que estás conmigo, ya no a mi lado, sino dentro de mí.
ResponderBorrarEs un bello y sentido relato de una gran poetisa.
Saludos y abrazos.
Muchas gracias Eugenia por tu devolución.
BorrarUn relato entrañable que muestra que cuando hubo amor verdadero no se acaba con la muerte. Sigue latiendo dentro del que sigue vivo.
ResponderBorrarUn abrazo.
Me alegro que te haya gustado Mirella. Es tal cual lo expresas.
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