El maestro
caminaba con sus discípulos cruzando el bosquecito. Hacía varios minutos que lo
hacían en silencio. De pronto uno de ellos preguntó:
—Maestro…¿Qué es la verdad?
El maestro se
detuvo, quedó un rato pensativo y se dirigió hacia los arbustos. Durante un
rato buscó entre las ramas mientras los alumnos lo observaban. Cuando pareció
encontrar lo que buscaba, los llamó:
—¡Acérquense! Miren esto. ¿Qué ven?
Se acercaron y
vieron una tela de araña donde una mosca se debatía por soltarse mientras la
araña se afanaba en inmovilizarla.
—La mosca
quiere escapar de una muerte segura —dijo uno de los discípulos.
—Esa es la
verdad para la mosca —respondió el maestro.
—La araña
quiere asegurarse su alimento —dijo otro.
—Esa es la verdad para la araña —acotó el
maestro.
En ese instante
una lagartija bajó corriendo por la rama y de un salto se engulló a la mosca,
rompiendo la tela, mientras la araña se refugiaba en un rincón.
—La mosca es
buen alimento para la lagartija. La araña no —dijo un tercero.
—Ah! Pero se
aprovechó del trabajo de la araña. ¡No es justo! —agregó un cuarto.
—Pero logró su
objetivo. La araña no —respondió el anterior.
—Esa es la
verdad para la lagartija —concluyó el maestro.
—Entonces,
Maestro… ¿Hay distintas verdades para un mismo evento? —preguntó el discípulo
que había iniciado el diálogo.
—¿Dependerá de
la posición en la que cada uno esté? —fue la pregunta del defensor de la araña.
—¿Vosotros que
creéis? —dijo el maestro y continuó su camino.
Osvaldo
Villalba
17/05/15