El arqueo



A Susana, la
mujer de mi vida.

Absorbido por los comentarios en los diarios digitales sobre las repercusiones que tuvieron las elecciones de Estados Unidos en las bolsas del mundo no me di cuenta que ya son las diecinueve y treinta y en la oficina se fueron casi todos. La única que queda es la tesorera que, por sus bufidos, parece estar en una lucha desigual, en la que pierde, con la planilla de caja.
Dejo mi lectura y me acerco.
—Te iba a preguntar si tenés diferencia, pero es una obviedad —le digo.
—Hacés bien —responde—. Sino ya no estaría aquí, ¿no?
—¡Uh! ¡No está el horno para bollos! ¿Te ayudo?
—Si no te es muy molesto.
—¿Cuanta diferencia tenés?
—Setenta y dos mil pesos.
—Si faltan te los descuento del sueldo. Si sobran los repartimos.
—¡Más generoso no podés ser! —exclama sonriendo por primera vez—. Sobran.
—Bueno, mejor la buscamos. Pero si la encuentro quiero un premio.
—Que sería...
—Un beso.
—Te estás aprovechando de tu posición.
—¡Y! Ya que la diferencia de puesto no se refleja en los sueldos...
—Ya revisé todo. No tengo muchas más alternativas.
—¡Bien! Repasemos los controles. ¿Vuelco del saldo inicial con el cierre de la caja de ayer?
—Sí.
—¿Control de la numeración de recibos de cobranza, verificando que el primero de hoy sea correlativo al último de ayer?
—También.
—Control del último número con el subdiario de cobranza.
—Sí, y verifiqué que no faltara ningún número.
—Bien. Control de las órdenes de pago, numeración inicial y final.
—Verificado. Y controlé que los totales de los subdiarios de cobranzas y pagos dieran con los subtotales de ingresos y egresos de la planilla de caja.
—¡Muy bien! ¡Esa es mi discípula! —aplaudo logrando que vuelva a sonreír—. Entonces la diferencia está en los valores. Descuento  que el efectivo lo contaste varias veces.
—¡Tres!
—De acuerdo. Alcanzame los cheques —digo extendiendo mi mano.
Empiezo a revisar los cheques con detenimiento y anoto en un papel dos casos:
Galicia N° 835 $ 208526,30
HSBC N° 322 $ 519875,00
—Bueno, yo te canto los datos de un cheque y vos me das el importe que volcaste en la planilla —le propongo.
—¡Dale! —responde más animada.
—Banco Galicia con número final ochocientos treinta y cinco.
Busca con el cursor del mouse y lee pausado.
—Doscientos ocho mil quinientos veintiséis con treinta.
—¡Bien! Ahora HSBC que termina en trescientos veintidós.
Tarda unos segundos.
—Quinientos noventa y un mil ochocientos setenta y cinco.
—¡Bingo! Es quinientos diecinueve —le digo extendiéndole el cheque.
Lo toma, lo mira incrédula varias veces comparando con la cifra cargada en la computadora y exclama:
—¡Sos un genio!
—Mi mamá siempre me lo dijo.
—¿Cómo lo hiciste?
—Si la suma de los dígitos de una diferencia da nueve, la probabilidad de que sea una inversión es muy alta. En este caso setenta y dos tiene dos posibilidades: un ochenta por cero ocho o noventa y uno por diecinueve. Ahora mi premio...
Se acerca, rodea mi cuello con sus brazos y nos besamos largamente.
Luego, sin dejar de abrazarme, me mira a los ojos y dice:
—Me preocupa coincidir con tu mamá.
Suelto la carcajada y la aprieto fuerte contra mi.
—Tranquila, es en lo único. Ahora, si no fueses mi esposa, ¿me denunciarías por acoso laboral?

Osvaldo Villalba

28/01/2017