Esperándote

La noche cae lentamente sobre el río
tu recuerdo me perfora las entrañas
(sin consuelo)

tu partida fue tan súbita como inesperada
mi ruego no alcanzó a retenerte
(sin piedad)
durante el día te sueño en mi delirio
dulce, tierna, sensible y frágil
(sin mácula)

pero en la noche mi fe flaquea
mi espíritu se hunde en las sombras
(sin esperanza)

sin embargo espero ansioso la mañana
anhelo al sol iluminando tu rostro
(sin tiempo)

Osvaldo Villalba
26/08/2018

Si fuera posible

Quisiera ser el viento que acaricia tu pelo
y en las tardes de estío te invita a caminar
quisiera ser la luna que como tenue velo
te ilumina en las noches cuando te ve pasar.

Quisiera ser perfume en tu piel derramado
el color que te gusta y también la canción
que transporte tu alma hasta el cielo rosado
del alba sobre el río o la puesta del sol.

Quisiera ser la manta que te abriga en invierno
y abrazándote fuerte dejarte mi calor
o la fruta madura que se pierde en tu boca
y te deja en un beso ese dulce sabor.

Quisiera ser alhaja que se abrace a tu cuello
caricia en tu mejilla, consuelo en tu dolor
y mirarme en tus ojos y ver que son tan bellos
y besarte en la boca y decirte mi amor.


Osvaldo Villalba
11/08/1977



Cada vez que llueve




Como si se pudiese
 elegir en el amor, como
si no fuera un rayo que
te parte los huesos
 y te deja estaqueado
 en la mitad del patio.
Julio Cortázar

¡Qué suerte, empezó a llover! Ya salgo a caminar. Cada vez que llueve te salgo a buscar.

Esto no me pasaba desde que, en un día de lluvia, María Teresa se fue, dejándome un vacio que no pude llenar. Por eso, cuando llovía, me deprimía hasta el punto de no querer salir de la cama.

Todo cambió cuando se vino esa última tormenta de verano. Pensé que sería bueno llevar el auto unas cuadras más arriba donde no se inunda. La lucha entre lo que debía hacer y lo que quería hacer duró hasta que comenzaron a caer las primeras gotas. Allí no dudé más. Al fin y al cabo, el odio a la lluvia se iba a transformar en el odio a mi obstinación si el coche se me inundaba, sumado al dinero que eso me costaría. Salí a la calle, entré al auto y lo puse en marcha. “Bueno, arrancó de una”, pensé. Una buena por lo menos. La lluvia era cada vez más intensa. Los vidrios se me empañaron y tuve que prender la calefacción, pese al calor que hacía. Lo estacioné a cinco cuadras de casa, donde esperaba que no se inunde, y volví caminado bajo la lluvia. “Menos mal que lo hice”, pensé cuando llegué a la esquina de mi casa, porque la calle estaba inundada de bote a bote.

Y allí…te vi venir. Mojada como si te hubieran volcado un balde lleno de agua en la cabeza. Bajo un paraguas pequeño que no cubría nada, las sandalias en la mano, caminando con dificultad y lentamente por el agua que te cubría los tobillos. El vestido clarito se te pegaba al cuerpo y te hacía más sexy. Parecías salida de una película de Fellini. Tu cabello, pese a estar recogido, estaba empapado, con mechones en la frente y a los costados del rostro. Cuando nuestras miradas se cruzaron, una leve sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en tu rostro. Sentí que el corazón se me derretía. Me quedé paralizado, sin reacción. Cuando decidí que te iba a decir algo, te vi correr a un colectivo y hacerle señas. “¡Que no pare!, ¡Que no pare!”, pensé. Y el guacho paró. Claro, yo en el lugar del colectivero también te hubiera parado. “Seguro que ni me registró”, pensé. La sonrisa debió ser un acto reflejo por la situación. Pero la fotografía que sacó mi cerebro no se borró más. Y la tengo presente a cada momento.

Por eso cada vez que llueve te salgo a buscar. Pero ahora, ya tengo planificado lo que voy a hacer. Cuando te vea venir, voy a ir derecho hacia vos y te voy a decir  “¡Que hermosa que sos!”. Voy a tomar tu rostro entre mis manos, voy a mirarme en tus ojos color miel y, si para ese momento no me rompiste el paraguas en la cabeza…me voy a hundir en el abismo de tu boca.

Cada vez que llueve, te salgo a buscar y sé que un día… voy a encontrarte.

Osvaldo Villalba
07/08/18