Indiferencia





Nada hay tan raro cuando 
Se está enamorada como 
la total indiferencia de los 
demás.La señora Dalloway 
Virginia Woolf


El auto avanzaba por la Avenida Belgrano a velocidad de onda verde. Martín manejaba muy concentrado en el tránsito sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor. Giselle, a su vez, hacía varios minutos que venía hablándole sin percibir que no era escuchada. Viajaban sin mirarse, con la vista fija en el parabrisas.
—¡…es una oportunidad que no puedo dejar pasar! ¡Estoy entusiasmadísima! Llevo tres años preparándome para esto. ¡Que me hayan ofrecido el cargo a mí con tantas postulantes es un privilegio!
—Hmm.
—Y además con probabilidades de que en unos años consiga un traslado a la sucursal de Mendoza, y podamos volver allí.
—Aha.
—Vos podrías abrir otra vez el estudio que tenías y con mucha más experiencia.
—Claro.
Por primera vez Giselle se percató que Martín no le prestaba atención.
—Hay un enano sentado en el capó —le dijo ella
—Aha.
—¡Martín! ¡No me estas escuchando! —le gritó
El grito le hizo dar un salto en la butaca y, confundido, trató de justificarse.
—Sí, si, claro que te estoy escuchando…
—¡No me estas escuchando! Acabo de decirte cualquier verdura.
—Ah! ¿El enano? —dijo riendo— ¡Me parece que se voló!

Martín y Giselle llevaban cuatro años juntos, pero se conocían desde la escuela secundaria en su Mendoza natal. Él se había recibido de abogado, igual que su padre, pero no había querido formar parte del prestigioso bufete que éste tenía, sino que intentó abrirse camino sólo. Giselle quería especializarse en marketing, y como las mejores opciones estaban en Buenos Aires, a los seis meses de convivir decidieron trasladarse. Martín comenzó a trabajar en un estudio especializado en civil y comercial, y hacía un año lo habían hecho socio. Ella había ingresado como secretaria en una multinacional de cosméticos en la que, en el último mes, habían realizado un concurso para cubrir un puesto de jerarquía en la Gerencia de Marketing, y esa mañana, le habían comunicado que era la elegida. Por eso no podía entender porque Martín apenas la escuchaba. De todos modos, la risa de Martín y su respuesta apaciguó su enojo.
—Ah! ¿El enano? —dijo riendo— ¡Me parece que se voló!
—Ah! ¡Entonces me escuchabas! ¿Sos tan malo que no te importaba? ¿Estás celoso por mi ascenso?
—¿Cómo voy a estar celoso de que progreses?
—¡Ah! Entonces fingías no escucharme para hacerme enojar —y como si hablara con ella misma— ¡No puedo creer que seas tan egoísta!
—¡Epa! ¿Por qué la agresión?
—Porque ya sea porque no te interesa o porque me ignorás a propósito, es una actitud egoísta.
—Ni una cosa ni la otra, sólo estaba preocupado porque estamos atrasados.
—¿Atrasados? ¡Si ni siquiera me dijiste a donde vamos! ¡Me hiciste cambiar apurada cuando llegué de la oficina y apenas pude maquillarme!
—¡Está bien, tenés razón! —su tono ahora era de fingida condescendencia – Vamos a una cena en Puerto Madero.
—¿Y cual es el motivo? No festejamos ningún aniversario…
—Es una cena de negocios —miró su mohín de disgusto y sonrió— ¡Bueno! ¡Ponele un poco de onda!
—¡Me en-can-tan las ce-nas de ne-go-cios! —dijo marcando las sílabas para que se entendiera el sarcasmo.
—¡Ja, ja, ja! ¡Contáselo a tu cara entonces!

Cuando llegaron al restaurante el maître los recibió con una sonrisa y después de comprobar que estaban en la lista, los acompañó hasta un salón reservado. Cuando el hombre abrió la puerta, Giselle se extrañó que estuviera todo oscuro.
—¿Todavía no llegó nadie? —preguntó apretando el brazo de Martín.
En ese instante se prendieron todas las luces al tiempo que unas veinte personas, puestas de pie alrededor de una gran mesa, prorrumpían en un fuerte aplauso, al tiempo que en una pantalla al fondo del salón se proyectaba esta frase:

“¡¡FELICIDADES GISELLE LAYOUT!! NUEVA JEFA DE MARKETING DE PARFUM COLLECTION CO.”

Sus mejillas se mancharon de rímel a causa de las lágrimas que no pudo retener, mientras se apretaba contra el pecho de Martín.

Osvaldo Villalba
18/09/2015