A mi viejo

    

     Remigio nació casi con el siglo XX, el 1° de octubre de 1903, en Curuzú Cuatiá, República de Corrientes. Con poco mas de 20 años se vino a Buenos Aires con la idea de estudiar medicina. Pero la realidad de nuestro país en esa época no permitía que los pobres accedieran a la educación. Ni siquiera pudo hacer la primaria porque tuvo que trabajar para mantenerse. Trabajó toda su vida y era un ejemplo de cumplimiento en su trabajo. Nunca, pero nunca, lo ví tomar una copa de mas. Y fue un autodidacta. En su biblioteca guardaba con celo El Hombre Mediocre de José Ingenieros.

     Yo llegué casi con el peronismo, en 1944, y viví la mejor época de su vida laboral. Con aguinaldo, vacaciones pagas, sueldos dignos, poder ir al cine y a Las Cuartetas en su día franco. Me contaba mi mamá que antes, el día que le daban de franco, y que no se lo pagaban, ellos salían a caminar y se quedaban por la calle hasta que veían salir el reparto de La Martona, con el suplente, y recién ahí volvían a casa. Porque si el suplente no llegaba, lo venían a buscar y tenía que salir a trabajar.

     Recuerdo que de chico, todos los meses lo acompañaba al correo a enviar el giro a mis abuelos que vivían todavía en Curuzú Cuatiá. Él nunca olvidó sus orígenes ni a sus padres. Y siempre ayudó a todos sus hermanos cuando hizo falta. Mi viejo vivió y murió como un buen correntino. Tuve el privilegio de conocer Curuzú hace unos años.

     La experiencia del golpe del 55 ya lo conté en otra nota de este blog y pueden buscarla (Una tarde grabada a fuego en su corazón).

     Con él fueron mis primeras armas en el ajedrez. Con mi amigo Roberto jugábamos juntos contra él para intentar ganarle. Todavía conservo sus piezas.

     Tuve la suerte de recibirme de contador un año antes de que se fuera. Fue un gran orgullo para él. De mis cinco hijos sólo conoció a los dos mayores. Estoy seguro que se sentiría muy feliz por el compromiso social de todos ellos. A veces, escuchando cantar a mi única hija mujer, lo imagino lagrimeando como yo. Ojalá hubiera podido ver a su nieto menor ejerciendo la medicina, que como dije, fue su ilusión.  

     Su mejor herencia fue el ejemplo de su hombría de bien, de su generosidad y de su lealtad. Para vos viejo...




2 comentarios:

  1. Qué linda historia... cómo y cuánto uno quiere a sus viejos...
    Te voy a mandar algo que escribí sobre mi papá, pero por mail. NO lo tengo en el blog... y algún día te mandaré de mi mamá. Una mujer compleja si las hubo...

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