Es parentesco sin
sangre
una amistad verdadera
Pedro Calderón de la Barca
Salgo por un portón ancho y me encuentro en la
avenida Corrientes. No recuerdo cómo llegué ahí. Miro alrededor. Enfrente está
la estación del Ferrocarril Urquiza. A mi derecha un boulevard con paradas de
colectivos. Y allí la famosa pizzería Imperio.
Me parece que la forma más rápida de ir al barrio
es tomar el subte hasta el obelisco y allí hacer la combinación a Constitución.
Busco en los bolsillos de mi pantalón pero no tengo ni una moneda. Debe ser
porque me puse el del traje nuevo y no pasé la traba metálica con los billetes
que siempre llevo en el jean. Creo que la última vez que usé el traje fue para
el casamiento de mi hermana hace como dos años. Lo raro es que no tengo el
saco, estoy con la única camisa de vestir que tengo. En el barrio siempre uso
remeras o chombas.
Cualquier cosa, si está el guardia, le lloro la
carta a ver si me deja pasar. En los molinetes no hay nadie así que paso sin
problemas. Los pocos pasajeros que están en el andén llevan barbijos puestos.
Claro, estamos en medio de una pandemia. Y yo no tengo. A ver si me increpan.
Me pongo la mano en la boca y agacho la cabeza para disimular. Parece que no
les importa porque ni me miran. Mejor.
En el subte viaja poca gente. Igual hay algunos
parados. Me ubico en un rincón mirando por la ventanilla para no llamar la
atención. Parece que da resultado.
Ya estoy en el barrio. En la puerta del café donde nos juntamos con los pibes. Allí veo al Rolo y al Quique en la mesa del fondo. Les grito desde la puerta pero no me dan ni bola. ¿El Rolo está llorando? Me acerco despacio para escuchar qué hablan.
—Le pasó por mi
culpa —dice el Rolo sollozando.
—No te persigás —lo
consuela el Quique—. No tenías otra. El tipo ya vino buscando cachengue. Y
cuando la encaró a tu hermana no te quedó otra que bajar cancha. Y los logis
que venían con él eran unos gatos. Quisieron copar y no los íbamos a dejar.
Sólo queríamos boxearlos pero el hijoeputa cagón peló un fierro y le pegó dos
corchazos al gordo. Podría habernos pasado a cualquiera. Le tocó a él. Ahora
está en una caja en la Chaca y el punto anda suelto. Pero ya lo vamos a
encontrar.
¿Dos corchazos? ¿A mí?
—¡Eh, locos! Estoy
aquí —les grito. — Pero no me registran.
Osvaldo Villalba
06/03/2021
No hay comentarios.:
Publicar un comentario