La curiosidad no sólo mata a los gatos.
"La muerte del comendador I"
(2017) Haruki Murakami
Lunes 18,05 hs
—¿Te quedás, Romina?
La pregunta de Sol la sobresalta.
—Sí, sí. Quiero terminar de revisar unos archivos —miente.
—Mirá que acá no pagan horas extras ¿eh? —le dice Sol con tono burlón.
—Sí, lo sé. No me voy a quedar mucho —Romina busca terminar el diálogo.
—Bueno chau, hasta mañana —Sol se va.
Romina tiene la impresión que hay algo raro en esta empresa. No es normal que en una compañía que tiene un piso en una de las torres Catalina la hayan entrevistado por zoom desde una computadora en un box adjunto a la recepción. Tampoco que el lugar de trabajo que le asignaron sea un departamento de dos ambientes sobre la calle Maipú al 200 sin ninguna identificación. Allí trabajan solamente Sol y ella. Lleva tres meses en el lugar y su compañera seis meses más según le contó. A Sol no parece importarle, con tal que le acrediten el sueldo pactado a fin de mes. Lo que le costó conseguir empleo hace que todo eso pierda importancia. El trabajo de ambas consiste en digitalizar los comprobantes, archivados en biblioratos, que entrega un cadete todas las mañanas, subirlas a un pendrive que trae con ellos y se lleva los procesados y el pendrive del día anterior. Luego deben borrar las carpetas que usaron provisoriamente de las computadoras hasta que la carpeta "Mis documentos" quede vacía. Ese es todo el contacto que tienen con otros empleados de la firma.
Pero lo que más le pareció anormal es la carpeta oculta que encontró en el pendrive que trajeron esta mañana con los biblioratos. Ella fue la primera que conectó el pendrive a su PC y el antivirus de la máquina le advirtió de la misma apenas instalado. Pensó en comentarlo con Sol pero prefirió primero ver que había adentro. Entonces, la bajó a la PC y dudó si borrarla del dispositivo. Prefirió dejarlo como vino. Como su compañera no hizo ningún comentario no sabe si ella la encontró o, si lo hizo, la razón para no mencionarlo.
Ahora, sola, la sube a su celular y limpia la computadora. Después, en su casa, la revisará.
***
Martes 07,30 hs
Anoche, Romina no pudo dormir. No podía sacarse de la mente el informe que encontró. Ni siquiera se animó a contarle a Fabián, su novio. Llevan dos años conviviendo. Es economista y trabaja para una consultora. Ahora que ella consiguió trabajo tienen el sueño de mudarse a un departamento más grande.
Cuando empezó a salir con él acordaron que se contarían todo. Nada de secretos. Pero ahora no tiene claro que hacer. Teme involucrarlo.
Se está preparando para ir a trabajar cuando recibe un mensaje de Sol que le comunica que hoy la empresa declaró asueto por duelo debido a la muerte accidental de un empleado. Le pregunta qué pasó pero ella le responde que no tiene más información.
***
Miércoles 17,55 hs
Esta mañana llegó temprano, encendió su PC y apareció una frase en la pantalla que la dejó temblando:
CURIOSITY KILLED THE CAT
Cuando llegó Sol se fijó disimuladamente si al encender su PC le aparecía alguna leyenda. Nada. La foto de siempre. ¿Debería comentarle? ¿Sabría lo que pasaba? Decidió esperar.
Llegó el cadete con la tarea del día y todo siguió normal. Igual, le costó mucho durante todo el día concentrarse en su trabajo..
Ahora ya está lista para irse.
—¡Eh, que apurada! —comenta Sol— ¿Tenés velada romántica hoy?
Romina sonríe. No recuerda cuando fue la última vez que sonrió.
—No, no. Ya la tuve el fin de semana. Sólo quiero ir a dormir.
Cuando sale a la calle, antes de caminar hacia Corrientes para tomar el subte, mira alrededor sin tener claro para qué. Tiene la sensación que la están acechando.
En la estación Florida hay mucha gente en el andén. Todos le parecen sospechosos. Deja pasar el primer subte para ver si alguien se queda en la estación. Cuando la formación arranca sólo se queda una señora que no pudo subir. No parece peligrosa.
Baja en Malabia y camina hacia su departamento sobre Luis María Drago. Cuando está por entrar a su edificio nota una camioneta con vidrios polarizados que pasa despacio. No puede insertar la llave por el temblor en su mano. Cuando logra abrir entra corriendo hacia los ascensores. Al entrar en su departamento se queda recostada sobre la puerta de entrada.
—¿Qué pasa mi amor? —pregunta Fabián al ver que está llorando.
Corre a sus brazos y da rienda suelta a su angustia. Poco a poco se va calmando. Entre hipados de sollozos le dice:
—Tengo miedo, mirá lo que encontré en un archivo oculto.
Saca su celular, busca el archivo en su nube y se lo muestra.
Fabián abre el PDF y lee en silencio.
"Parte 1
Informes de cinco clientes a los que se le digitalizan comprobantes, todos provenientes de locales bailables del conurbano.
Parte 2
Análisis de las sociedades propietarias y sus conexiones entre sí, con empresas fantasmas para dificultar su seguimiento. De estas cadenas de sociedades también participa esta empresa.
Parte 3
Catálogos de fotos de "bailarinas" que prestan servicios en los locales bailables, muchas de ellas con apariencia de menores.
Parte 4
Análisis de las facturas de digitalización de comprobantes a estos locales bailables, comparadas con los precios de mercado, evidenciando una maniobra de lavado de dinero."
—Esto es una bomba, Romi. Tenés que salir de ahí antes que descubran que lo tenés.
—Creo que es tarde Fabi, ya me descubrieron. Esta mañana en mi compu pusieron un texto de inicio que decía curiosity killed the cat. Y creo que al llegar aquí me estaban siguiendo.
—¿Tu compañera lo sabe?
—No, no le dije nada. No la conozco mucho.
—Bueno, ahora cenamos y vamos a dormir. Mañana vemos que hacer —dice Fabián.
***
Jueves 06,15 hs
La notificación de mensaje de su celular la despierta. Es un mensaje de voz de Sol
—Hola Romi, voy a llegar más tarde. Me surgió un tema complicado que después te cuento.
Le manda un emoji de pulgar arriba y le hace escuchar el audio a Fabián que también se despertó.
—Tranquila, yo te acompaño. Me llevo la laptop y trabajo desde tu oficina.
Dos horas después están ambos trabajando en sus máquinas. El cadete vino temprano y dejó la tarea para hoy. Ambos están concentrados en sus ocupaciones cuando escuchan llaves girar en la cerradura de la puerta de entrada.
—Ahí llegó Sol —dice Romina.
—Quietitos donde están —grita una voz ronca—, las manos arriba del escritorio donde pueda verlas.
Dos tipos con barbijos y buzos con capucha sobre gorras deportivas entran y rápidamente se ubican dominando todo el ambiente.
—Ah, te viniste con guardaespaldas, turrita —dice el otro—, igual no te va a servir.
Éste es bajo y corpulento a diferencia del primero que es alto y flaco. Ambos portan pistolas automáticas.
—¿Qué quieren? No tenemos nada de valor aquí.
—No te hagas la inocente. Sabés bien qué queremos —dice el flaco—. Tu socio, el que te mandó el archivo, tampoco sabía. Lástima que se cayó por las escaleras y se rompió el cuello.
—No sabemos de qué estás hablando —interviene Fabián.
—Vos, calladito la boca —le dice el petiso poniéndole la pistola en la cabeza—, tu función se terminó.
—Es cierto —Romina comienza a llorar—, no entendemos qué quieren. Ni de qué socio hablás.
—No ofendas mi inteligencia, por favor —interrumpe el flaco—. ¿O no sabés que lo que procesás en una computadora, aunque lo borres, se puede rastrear? El archivo fue bajado en la tuya. Ahora me vas a decir quién, además de este salame, sabe de él. Y pronto que mi compañero está ansioso por decorar la pared con sus sesos.
Una sensación de mareo la invade. Llora desconsoladamente. No puede creer que le esté pasando esto. ¿Se acaba todo acá? Fabián no debería estar involucrado. Es por su culpa.
Un estruendo interrumpe la escena. La puerta se abre violentamente haciendo saltar la cerradura.
—Todos al suelo. Las manos en la nuca —grita con voz potente el hombre al mando mientras un grupo de uniformados con chalecos antibalas y armas largas toman posesión del lugar.
Los dos intrusos sueltan las armas y se acuestan boca abajo mientras los efectivos los reducen.
—Romi, ¿estás bien? —pregunta Sol ante la sorpresa de la aludida, al verla con chaleco y portando una pistola.
—Muerta de miedo. No entiendo nada —responde Romina, entre sollozos, mientras se abraza a Fabián—. ¿Por qué no me dijiste que eras policía?
—No podía. Estábamos en el momento más crítico de la investigación y no teníamos antecedentes tuyos, sobre todo sabiendo que estos tipos tienen conexiones policiales—Sol apoya su mano en el brazo de Romina—. Mirá, terminamos el operativo y vamos a tomar algo. Allí te cuento bien.
Romina asiente con la cabeza.
***
Jueves 13,30 hs
Pasado el mediodía, después de clausurar la oficina los efectivos se retiran dejando un agente de consigna.
Romina, Sol y Fabián se dirigen al bar de Diagonal y Maipú.
—Por favor, contame todo. Todavía no lo puedo creer —pide Romina después que el mozo sirve los cafés.
Sol toma un sorbo, respira hondo y comienza su relato.
—Esta investigación comenzó hace como un año. Intervinieron varios agentes encubiertos que se insertaron en los prostíbulos que funcionan bajo la pantalla de salones de baile. Ellos fueron juntando el material que viste y que reunía el agente que estaba infiltrado en la empresa central.
—Es terrible ver las fotos de las chicas que hacen trabajar. Y seguro que las tienen esclavizadas —comenta Fabián.
—Tal cual —asiente Sol—. Y hace seis o siete meses crearon la empresa de digitalización como pantalla para los ingresos y ahí entré yo. Me armaron una identidad y antecedentes para ingresar.
—Ah, entonces no sos Sol, ¿no? —pregunta Romina.
—No, claro. Pero sigan llamándome así. Se aceleró todo cuando descubrieron a mi compañero de la oficina central y... —Sol se quiebra.
—¿Fue cuando cerraron por duelo? —pregunta Romina.
—Sí. Y ese día vinieron a revisar las computadoras. Como habíamos instalado cámaras aquí, los vimos. Comenzaron por la tuya y como encontraron rastros, la mía ni la miraron. Pensaron que el contacto eras vos. Por eso los jefes ordenaron proceder de inmediato. Se realizaron allanamientos simultáneos en todos los locales y yo me quedé vigilando las cámaras con mi grupo porque sabía que vendrían por vos.
—¿Me usaste de carnada? —pregunta Romina con enojo.
—No exactamente. Aquí te estábamos vigilando. Si te avisaba que no vinieras, en tu casa, no teníamos forma de cuidarte.
—Sí, lo entiendo, pero me asusté muchísimo. Por los dos —Romina señala a Fabián—. La próxima vez que algo me cause curiosidad...
—No te vas a poder resistir —acota Fabián entre risas.
***
Jueves 21,30 hs
—La mudanza va tener que esperar —dice Romina mientras sirve la cena.
Fabián termina de poner la mesa y la abraza desde atrás.
—Tampoco tenemos urgencia, mi amor. Mañana me tomo el día y nos vamos el fin de semana a algún lado. Después, la próxima semana buscarás empleo otra vez. Y vamos viendo.
—OK. Acepto —Romina se da vuelta y lo abraza—. Pero le voy a pedir a Sol que me averigüe los antecedentes de cada posible empleador.
Osvaldo Villalba
01/05/2025
Policial con un toque de humor, excelente.
ResponderBorrarMuchas gracias por leer y comentar.
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