Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.
Miguel
Hernández-El tren de los heridos
El hombre acecha (1938)
El telégrafo comienza a transmitir y su golpeteo le indica, sin
necesidad de leer el mensaje, que la formación ya partió de la estación
anterior. En una media hora, más o menos, estará entrando en el andén. Hace un año recibió el nombramiento cuando el
jefe anterior se jubiló. El pueblo es pequeño, con tan sólo mil quinientos
habitantes, la gran mayoría en zona rural donde se cultiva maíz, girasol y algo
de trigo. También existen un par de establecimientos ganaderos y un tambo.
Recuerda que de pequeño, cuando su padre era el responsable, le gustaba venir a
esta oficina en la planta alta de la estación para observar el paisaje desde
los tres ventanales que tiene. Unos años después el ferrocarril se privatizó y
el tramo provincial fue discontinuado por "improductivo", al decir de
la empresa propietaria. Su padre no pudo reponerse de la depresión. Por eso
cuando asumió el nuevo intendente del pueblo, hace cuatro años, y gestionó con
el gobierno nacional la rehabilitación del servicio, se inscribió como boletero.
Lamenta que su padre no pudo verlo.
Se asoma al ventanal frontal y confirma que ya estén apilados los
pallets con las bolsas de cereales en la zona donde se detendrán los vagones de
carga. Los peones están sentados arriba tomando un respiro hasta que llegue el
momento de cargar. En el andén hay dos familias que hoy viajan rumbo a la
capital de la provincia. Los niños corren de una punta a otra mientras las
mujeres conversan sentadas en los bancos de madera y los hombres fuman sus
cigarros parados al borde de la plataforma. Mira hacia el oeste donde las vías
se pierden entre los sembradíos de girasoles en flor. Todavía no se ve el humo
de la locomotora.
Hacia el este se extienden las cincuenta manzanas que forman el
pueblo. Perpendicular a las vías, hacia el sur, el boulevard de entrada con flores
rojas y blancas lleva a la ruta que pasa a unos tres kilómetros. La mañana está despejada. Desde su posición
alcanza a ver la arcada de entrada. Se replica en su mente el cartel:
“Bienvenidos a Las Torcazas”. Es una expresión de deseos porque pocos son los
visitantes que ingresan, más allá de los fletes que traen productos a algunos
negocios. Ni siquiera los micros de larga distancia que bajan a sus pasajeros
en la ruta. Confirma que se encuentra en su puesto el guardabarrera de la única
del pueblo, sobre la avenida de ingreso. El resto son todos pasos a nivel.
Vuelve al escritorio y comienza a llenar el formulario con el
parte del día. A la mañana el tren que va hacia la capital y a la tarde,
alrededor de las 17 horas el que viene desde allí. El resto del día gestiona con los
productores de la zona el almacenamiento en los depósitos de lo que va a ser
transportado.
Un rato después escucha el silbato del tren que se está acercando.
Se asoma al ventanal y lo ve a pocos metros de la barrera, que ya está cerrada
aún cuando no hay vehículos que esperen para cruzar. Baja las escaleras y se
asoma al andén. El corazón se le sube a la garganta. La niña de los Somoza, una
de las familias que esperan el tren cae a las vías y parece tener convulsiones.
—La niña, la niña. Paren el tren, paren el tren —grita mientras
corre desesperado hacia las vías.
—La niña, la niña. Paren el tren, paren el tren.
—Despertate abuelo, tenés una pesadilla.
—¿Eh? La niña, estaba en la vía. Venía el tren.
—Abuelo, el tren hace más de quince años que no pasa por acá —la
jovencita acaricia con dulzura la mano del anciano. Le alcanza un vaso de agua.
—Era tan real. Perdoname —bebe el agua a sorbitos.
—No te preocupés abuelo. Mamá me contó infinidad de veces como
llegaste a sacar la nena de las vías aunque después estuviste tres meses en el
hospital todo magullado.
Osvaldo
Villalba
18/07/2019
EN MI PrOFUNDA TRISTEZA, SOLEDAD, SILENCIO, LEO (sin cerrar la compu" Me gustó. Los viejos (llego a los 91 el 08/04/20 ) soñamos, pero,....más que sueños son eternos recuerdos. Hoy vivo de los recuerdos (solo, siempre solo, salvo pocos momentos......
ResponderBorrarGracias por leer Ubaldo! Te abrazo a la distancia.
BorrarAlgunos recuerdos nunca deja de repetirse...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Sobre todo aquellos que nos marcaron. ¡Gracias por leer y comentar!
BorrarEn alguna medida, cierto que algunos más que otros, recordamos sólo lo que nos marca, aun cuando no sepamos en qué lo han hecho. Para todo lo demás siempre queda el olvido.
BorrarSaludos otra vez,
J.
Ufff, estremece. Brillante.
ResponderBorrar¡Gracias amiga! Un privilegio tu comentario.
Borrar