Insomnio

   Lo peor del mundo es
intentar dormir y no hacerlo
F.Scott Fitzgerald

      Se dió vuelta en la cama. Ezequiel ya no recordaba cuántas veces lo había hecho, probando todas las posiciones posibles sin que ninguna le resultara cómoda. Estiró el brazo, sin prender la lámpara, tanteando sobre la mesa de luz, buscando su celular. Al tocarlo, se encendió y comprobó que eran casi las 4 de la mañana. Se había acostado pasadas las 11 de la noche, y no había podido conciliar el sueño, salvo en brevísimos momentos, al invadirlo un sopor, interrumpido abruptamente, cuando sobresaltado, volvía a su mente esa imagen, acelerando los latidos del corazón.

Se quedó un rato mirando el techo, observando el reflejo de los faros de los automóviles que pasaban por la autopista y se colaban por la ventana de su habitación como veloces linternas. Finalmente decidió levantarse. Puso a calentar una taza de café del día anterior en el microondas y fue a darse una ducha. Cuando regresó a la cocina, ya había tomado una decisión. No esperaría a que vengan a buscarlo. Sorbió el café lentamente mientras se vestía. Finalmente tomó la pistola que estaba sobre la mesa, le sacó el cargador, comprobó que no tenía bala en la recámara y guardó ambas cosas, por separado, en la mochila junto con su placa.

Mientras conducía por la autopista rumbo a la comisaría, −seguro de la opción elegida−, comprobó que, frente al motel ubicado en las afueras del pueblo, las luces azules de varios patrulleros, hacían su trabajo. En ese instante, la escena volvió a representarse ante sus ojos: Julia, su mujer, saliendo de una de las habitaciones del motel con ese hombre, subiendo entre risas en el auto estacionado afuera, sus grandes ojos, llenos de asombro, al verlo parado frente a la ventanilla del automóvil, su boca abierta en un grito ahogado cuando el primer disparo penetró en la sien de su acompañante, y el gesto de horror cuando el segundo se estrello en su frente.

Osvaldo Villalba
24/07/2015

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